Voz comunitaria: ICE es una herramienta; el nacionalismo blanco es la meta
Ilustración por Jasmin Hernandez
Por Ankur Singh
Durante el verano, recibí una llamada de una amiga. Me preguntó si podía ir al Departamento de Salud de la Ciudad de Cicero para pagar la cita con el dentista de su hijo. Tenía mucho miedo de ir sola. Justo un día antes, se viralizó un video de un hombre confrontando a un equipo de oficiales del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) de Estados Unidos que se encontraba en el estacionamiento del departamento. Cuando terminé y empecé a caminar rumbo a casa, unos adolescentes en bicicleta pasaron por el estacionamiento y gritaron: “¡Fuck ICE!” (¡“Que se joda ICE”!). Las redadas estaban en la mente de todos.
Cicero continúa siendo un foco de redadas de ICE desde que Donald Trump asumió el cargo en enero, y desde entonces han sido más frecuentes y violentas. En septiembre, Trump anunció el Operativo Midway Blitz, que dio lugar a algunas de las redadas más severas hasta la fecha. Las historias y videos que siguen circulando en redes sociales sobre la violencia excesiva de ICE son innumerables.
No debemos pasar por alto la importancia del despliegue del ICE por parte de Trump durante las celebraciones del Día de la Independencia en septiembre. Allí, inmigrantes de todo México y de Centroamérica celebran la independencia de su país de la España colonial. No se trataba sólo de las grandes multitudes que se esperaban en el área de Chicago durante septiembre, sino de un profundo recordatorio para todos los descendientes de pueblos colonizados de su lugar en la jerarquía racial global.
Expertos en genocidio que han estudiado numerosos casos bien documentados a lo largo de la historia han advertido que las primeras señales de genocidio incluyen el uso de un lenguaje deshumanizante contra grupos enteros de personas. El propio Trump se ha referido repetidamente a los inmigrantes como “animales” que “envenenan la sangre de nuestro país”. Retórica como esta se está convirtiendo cada vez más en una política impuesta por una agencia deshonesta y violenta.
Así como las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) han estado organizando un genocidio en Palestina durante los últimos dos años, ICE se asemeja cada vez más a una ocupación militar. Está armado con la misma tecnología y tácticas que las FDI y su tarea es determinar quién pertenece a esta tierra utilizando una simple regla: el color de su piel y los idiomas que hablan.
Estas medidas han llevado a la congresista estadounidense Maxine Waters, quien representa una amplia zona del sur de California, a presentar una petición a las Naciones Unidas para que investigue las acusaciones de “limpieza étnica contra las minorías latinas en Estados Unidos”.
Hace años, cuando vivía a poca distancia de la frontera entre Estados Unidos y México en Nogales, Arizona, una parada de tráfico de rutina se intensificó. Agentes de policía rodearon mi automóvil con sus armas desenfundadas y me apuntaron. Me esposaron y me detuvieron mientras registraban mi auto y mis pertenencias. Me había convertido en objeto de un aparato de seguridad fronteriza multimillonario que ahora se ha trasladado a Chicago.
Mi memoria corporal de esa noche se ha activado durante todo el año. Hoy, mi cuerpo se tensa al ver videos de policías rodeando autos. Mi sistema nervioso se congela. No puedo dormir por la noche y me cuesta muchísimo despertarme por la mañana. Es la encarnación física de la impotencia, que es como cualquier fuerza de ocupación quiere que nos sintamos. Porque ahora mismo, las tácticas habituales de resistencia parecen tan… inadecuadas.
Mientras que los Equipos de Respuesta Rápida de toda la ciudad, incluyendo los de Cicero, documentan con valentía las redadas sobre el terreno y apoyan a las familias afectadas, los funcionarios electos de Illinois, con el gobernador J.B. Pritzker a la cabeza, han elegido las cortes como su principal táctica de resistencia, presentando numerosas demandas en casos como el despliegue de la Guardia Nacional por parte de Trump, el ocultamiento de la identidad por parte de agentes de ICE, el uso excesivo de la fuerza contra manifestantes y los arrestos sin orden judicial. Sin embargo, la acción judicial por sí sola no basta para explicar la razón subyacente de la existencia de ICE. El avance del nacionalismo cristiano blanco y la violencia necesaria para imponerlo no se abordan.
En “Neither Settler Nor Native: The Making and Unmaking of Permanent Minorities” (“Ni colono ni nativo: La creación y la destrucción de minorías permanentes”), Mahmood Mamdani escribió: “Cuando se cometen atrocidades, los activistas de derechos humanos encuentran a los perpetradores, los nombran y los avergüenzan, e incluso los encarcelan. Lo que estos activistas rara vez intentan es comprender por qué ocurrieron las atrocidades… donde la violencia es meramente criminal, sólo podemos verla como una consecuencia de la patología individual. No podemos verla como un resultado político que exige una solución política”.
Pero el principal partido de la oposición, los demócratas, no ha logrado ofrecer una solución política al creciente movimiento nacionalista blanco. Durante las elecciones de 2024, se negaron a ofrecer una visión proactiva de una democracia multirracial que proteja la igualdad de derechos para todos.
Por ejemplo, la Convención Nacional Demócrata (DNC) se realizó en el United Center en agosto de 2024, a pocas millas de Cicero. Kamala Harris subió al escenario presumiendo del apoyo del Partido Demócrata a lo que, en aquel momento, fue uno de los proyectos de ley de control migratorio más estrictos de la historia. Habría continuado la agenda bipartidista de aumentar la financiación tanto para la Patrulla Fronteriza como para ICE.
Mientras tanto, el gobernador de Texas, Greg Abbott, transportaba en autobús a migrantes venezolanos desde la frontera hasta ciudades santuario como Chicago. Pasé la semana de la DNC hablando con migrantes en las afueras de los tres albergues ubicados a poca distancia del United Center.
Muchos de ellos me habían dicho que lo que necesitaban eran permisos de trabajo, salarios dignos, vivienda digna y acceso a abogados. Los demócratas no los escucharon. En cambio, adoptaron una agenda diluida de Trump, ignorando a los manifestantes que pedían el fin del genocidio en Palestina en las calles. No hubo espacio para un orador palestino en la DNC, pero sí para un sheriff fronterizo de Texas. El escritor Ta-Nehisi Coates lo dijo mejor. Si los demócratas no pueden poner un límite al genocidio en el extranjero, probablemente no podrán defender la democracia en casa.
Llevamos sólo nueve meses en la presidencia de Trump y aún estamos en las primeras etapas de lo que bien podría evolucionar en una violenta campaña de limpieza étnica que no parará en las deportaciones. La propia administración lo ha demostrado con sus acciones.
Es un momento sin precedentes para muchos de nosotros, que reflexionamos profundamente sobre cómo aprovechar al máximo el tiempo que nos queda en esta tierra, pero no es un caso sin precedentes en el largo arco histórico. Los movimientos nacionalistas siguen estrategias similares y las primeras etapas hacen que el momento más eficaz para actuar sea ahora.
Ankur Singh es periodista independiente y organizador comunitario residente en Cicero, cerca de Chicago. Su trabajo se ha publicado en The Washington Post, In These Times, Chicago Reader, Prism Reports, Truthout y otros medios. Es cofundador del medio de comunicación bilingüe e hiperlocal Cicero Independiente.
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